Sé brutalmente honesto en la oración
Últimamente, he observado una tendencia verbal caracterizada por el aumento del uso de “honestamente, verdaderamente o realmente”.
Dice algo así: “Sinceramente, creo que la homilía de padre estuvo muy bien”. O: “Verdaderamente, no me gustaron los vestidos de las damas de honor”. Me he preguntado por qué son necesarias esas palabras calificativas. ¿Acaso otras cosas que digo no son ciertas, por lo que tengo que asegurarme de reiterar que esta vez hablo con sinceridad?
Últimamente, he observado una tendencia verbal caracterizada por el aumento del uso de “honestamente, verdaderamente o realmente”.
Dice algo así: “Sinceramente, creo que la homilía de padre estuvo muy bien”. O: “Verdaderamente, no me gustaron los vestidos de las damas de honor”. Me he preguntado por qué son necesarias esas palabras calificativas. ¿Acaso otras cosas que digo no son ciertas, por lo que tengo que asegurarme de reiterar que esta vez hablo con sinceridad?
Suponiendo que la mayoría de la gente no intente ser tramposa, utiliza estas palabras para enfatizar un punto. Pero también creo que nos puede intimidar la idea de decir toda la verdad sin ambages. Pensamos que seremos demasiado, demasiado intensos, demasiado honestos. Aunque ciertamente queremos ser sabios y amables en la forma de comunicarnos con los demás, ¿qué ocurre con la forma de comunicarnos con Dios? Debemos tener cuidado de no permitir que un sentido imperfecto de la prudencia diluya nuestras conversaciones con él.
No necesitamos endulzar nuestras oraciones. Jesús no se escandaliza por nuestros pecados, inseguridades, preguntas o ansiedades. Dios no se siente abrumado por nosotros. No somos demasiado para él. Un sabio sacerdote me dijo una vez: “Pete, cuando empieces un momento de oración, dile a Jesús: ‘Señor, haz que mi yo real se encuentre contigo’”. Dios quiere que nos encontremos con él tal como somos, ¡no sólo con las partes de nosotros que nos gustan o que pensamos que le gustarán!
Las Escrituras están llenas de personas rotas, confusas y escandalosas que se humillan y claman a Dios. El Señor escucha, reconoce, sana, fortalece y purifica cada vez. Dios honra la autenticidad, no el espectáculo. No puedes confundirle ni engañarle. No te preocupes por elaborar la oración perfecta; empieza a rezar. No esperes para correr hacia él.
El hijo pródigo pensaba que tenía un plan sólido y un discurso preparado para intentar recuperar el amor de su padre. Sin embargo, a este último no le interesaron los elaborados comentarios iniciales del hijo, ¡porque estaba demasiado abrumado por la alegría de tenerle de vuelta! El manto del padre cubre y elimina la suciedad del pasado pecaminoso del hijo, y su abrazo confirma la verdadera identidad del hijo. ¿Te imaginas las conversaciones que debieron de mantener durante la fiesta que siguió?
Dios nunca nos avergüenza. Nos convence para que nos volvamos a Él, y pueda transformarnos. La próxima vez que reces, intenta ser brutalmente sincero con Dios; no te guardes nada. Sinceramente, es lo mejor.
Pete Burak es el director de i.d.9:16, el programa para jóvenes adultos de Renewal Ministries. Tiene un máster en teología y es un conferenciante habitual sobre evangelización y discipulado.