| Por El Obispo Gregory Parkes

Carta pastoral- “Un llamado a la conversión”- Vivir Valientemente el Evangelio

Como comunidad, hemos sufrido grandes pérdidas a causa de los huracanes Helene y Milton. Pero también nos hemos adaptado y experimentado innumerables actos de misericordia, de ayuda al prójimo en momentos de necesidad ¡Esto ha sido un gran testimonio de nuestros esfuerzos por vivir valientemente el Evangelio!

Semanas, e incluso meses, antes de que los huracanes azotaran nuestra región, yo estaba colaborando con líderes de toda la diócesis en un nuevo Plan Pastoral para la Diócesis de Saint Petersburg. Ahora, mientras nuestra diócesis continúa recuperándose de los impactos de las tormentas, la necesidad de este nuevo Plan Pastoral es más evidente para mí y su introducción es realmente providencial. Los desafíos planteados por los huracanes han puesto de relieve las áreas en donde más se necesita apoyo y orientación. Mientras nos recuperamos de estos huracanes, deseo compartir con ustedes mi Carta Pastoral que acompaña el Plan Pastoral 2025-2029 para la Diócesis de Saint Petersburg, un andamio para sanar, reconstruir y vivir valientemente el Evangelio.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo;

En mi oración, contemplo al pueblo de Dios de los cinco condados de la Diócesis Católica Romana de Saint Petersburg que se mantiene firme en la fe.

Imagino a todos tomando la decisión consciente de poner a Dios en primer lugar en nuestras vidas, haciendo de las prioridades de Dios nuestras prioridades. Al poner al Señor en el centro de nuestras vidas, oramos más, nos centramos más en amar y cuidar a nuestras familias y a nuestros vecinos necesitados, y nos preocupamos menos por lo material. En resumen, encontramos la verdadera fuente de felicidad y plenitud que todos buscamos y que sólo el Señor puede proporcionar. Imaginen lo transformados que estarían nuestros cinco condados si todos hiciéramos de Dios y de las cosas de Dios una prioridad. Tengo fe en que juntos podemos hacer realidad esta visión en oración.

Como su obispo, siempre he creído firmemente en establecer una visión compartida para nuestra diócesis con prioridades claras y metas alcanzables. Por esta razón, cuando llegué a la Diócesis de Saint Petersburg en 2017, me propuse escuchar y discernir cómo se estaba moviendo el Espíritu Santo en nuestra Iglesia local. Celebré sesiones de escucha en toda la diócesis y escuché a innumerables fieles laicos, sacerdotes, diáconos y religiosos, sobre su experiencia de fe, sus esperanzas para el futuro y su alegría en aquellas áreas ministeriales en las que nos hemos destacado en el pasado.

Me sentí fortalecido por las diversas maneras en que tantas personas se han comprometido a dar a conocer a Cristo en toda nuestra diócesis. El fruto de esa experiencia fue la creación de la visión mutuamente compartida, Vivir Valientemente el Evangelio, que se centró en proclamar a Cristo, invitar a otros a una relación más profunda con él, y crecer en ese encuentro con él, quien da a nuestra vida “un nuevo horizonte y una dirección decisiva,” como describió el papa Benedicto XVI.

En los años transcurridos desde que comenzamos este viaje juntos, he notado un profundo deseo en mi corazón de continuar dando a conocer a Cristo, de seguirle más de cerca, de ser transformado por su amor y de compartir ese amor con todos aquellos con los que me encuentro. Las palabras de san Agustín resuenan en mi oración: “Señor, nos creaste para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti.”

Sabemos que en este mundo nuestros corazones no descansan del todo en el Señor. Pues hay tantas distracciones, tantas fuerzas que tratan de arrastrarnos a esa búsqueda constante de satisfacción en la acumulación de posesiones, poder y prestigio. La gran mentira de nuestra época es que nosotros mismos somos capaces de satisfacer los anhelos más profundos de nuestro corazón.

No digo esto para desanimarlos, sino para animarlos. Sólo buscando a Cristo, poniéndolo a él por encima de todo, podremos experimentar el descanso que anhela nuestro corazón inquieto. Nunca debemos conformarnos con esta búsqueda, ni siquiera hasta el punto de aceptar los desafíos que inevitablemente tendremos que afrontar. Como nos ha recordado el papa Francisco, nuestra situación actual nos plantea “desafíos nuevos que, para nosotros, a veces, son incluso difíciles de comprender. Nuestro tiempo nos pide vivir los problemas como desafíos y no como obstáculos: el Señor está activo y obra en el mundo. Por eso, salid a las calles y salid a las encrucijadas: llamad a todos los que encontréis, sin excluir a nadie (cf. Mt 22,9).”

Hermanos y hermanas, ¡el Señor está activo y obrando en el mundo y en nuestra diócesis! Esto significa que para encontrar nuestro descanso en él debemos dejarnos mover por él, salir de nosotros mismos en busca de él en las muchas formas en que está trabajando en medio de nosotros y estar allí con él. Mi oración para nuestra diócesis es que cada uno de nosotros experimente esa inquietud y se anime a salir de su zona de confort hacia esa gran búsqueda de Jesucristo, “la respuesta decisiva a cada interrogante del hombre,” como bien afirmó el papa san Juan Pablo II.

Este es mi deseo más profundo al avanzar como diócesis. Muchos de ustedes han contribuido a dar forma a esta visión. La Providencia quiso que la Iglesia global se embarcara en un camino renovado de escucha y discernimiento. El Plan Pastoral contenido en estas páginas es fruto de la fase diocesana del Sínodo sobre la Sinodalidad convocado por el papa Francisco en 2021.

Aquí en la Diócesis de Saint Petersburg, decanatos, parroquias y otros ministerios organizaron 156 sesiones del Sínodo con aproximadamente 6.480 participantes, en múltiples idiomas. Además, la diócesis recibió cartas individuales de católicos y 207 respuestas a la encuesta en línea. Varias de las sesiones celebradas se centraron en los jóvenes y los adultos jóvenes. Otras sesiones garantizaron la participación de grupos específicos, como trabajadores inmigrantes, presos, personas sin hogar, enfermos y confinados en casa, católicos de diversas etnias, así como niños pequeños y sus padres.

Al orar sobre estas respuestas y escuchar las experiencias de las innumerables personas con las que me encuentro mientras ejerzo mi ministerio en toda la diócesis, contemplo el tremendo trabajo que hemos hecho y seguimos haciendo, así como también las oportunidades que existen para profundizar en nuestra relación con Cristo de tal manera que todo sea transformado. Así, al proponer este nuevo Plan Pastoral, no pretendo imponer nuevas cargas a nuestros sacerdotes, diáconos, religiosos y fieles laicos, sino más bien llamarnos a todos a la conversión, a seguir a Cristo más de cerca y a buscar formas nuevas y creativas de difundir el Evangelio. Como nos enseñan los obispos de Estados Unidos en su carta pastoral sobre la corresponsabilidad, Corresponsabilidad: La respuesta de los discípulos, esta conversión “no se expresa en una sola acción, ni en una serie de acciones en un dado período de tiempo, sino en el transcurso de toda la vida. Significa entregarse al Señor.”

Desde el comienzo de mi tiempo como obispo, he tomado la exhortación apostólica del papa Francisco Evangelii gaudium (La alegría del Evangelio) como la luz que guía mi ministerio y liderazgo. De acuerdo con este deseo urgente de proclamar el Evangelio a todas las personas, mi oración es que cada uno de nosotros reconozca la misión que brota de nuestro encuentro personal con el Señor. Mientras más crecemos en nuestra relación con él, más debemos invitar a otros a esa relación.

La conversión que este encuentro exige de nosotros debería influir nuestra relación con todo. Debería afectar el modo en que nos relacionamos unos con otros, el modo en que las parroquias trabajan en conjunto para llevar el Evangelio al mayor número de personas posible, el modo en que estructuramos nuestras oficinas y ministerios parroquiales y diocesanos, el modo en que nos desenvolvemos en nuestro trabajo, el modo en que educamos a nuestros hijos y el modo en que comunicamos la alegría del Evangelio en todo lo que hacemos.

Por lo tanto, la meta fundamental de este plan es que nos desafiemos unos a otros a valorar a Dios por encima de todo, tal como se refleja en nuestras políticas, prácticas, actividades y toma de decisiones como individuos y familias, y dentro de nuestros ministerios, parroquias, escuelas, decanatos y oficinas del Centro Pastoral. Mientras cada uno de nosotros profundiza en su comprensión de lo que significa valorar a Dios por encima de todo, mi deseo es que integremos esta verdad en nuestra vida diaria, nuestro trabajo, nuestro recreo y nuestra devoción. Como verán, hay tres prioridades pastorales que fluyen de esta meta fundamental: 1) Poner a Dios en primer lugar en todo, 2) Amar como Dios ama y servir como Cristo sirve, e 3) Ir y hacer discípulos.

Mientras discernimos en oración la mejor manera de implementar las metas que corresponden a cada una de estas prioridades, pido que cada uno de nosotros reconozca la responsabilidad de tomarse en serio este llamado a la conversión. Mi deseo sincero es que este Plan Pastoral nos ayude en nuestros esfuerzos por vivir valientemente el Evangelio, de modo que la continua conversión personal conduzca a la conversión familiar, estructural e institucional. Por lo tanto, los invito a unirse a mí para pedir al Señor cómo podemos responder mejor a este llamado de ponerlo a él en primer lugar en todo, dentro del contexto de las circunstancias que afrontamos.

Seguimos siendo desafiados por la carta pastoral de los obispos de los Estados Unidos sobre la corresponsabilidad: “El llamado de Jesús es urgente. No le dice a la gente que le sigan algún día en el futuro sino ahora mismo— en este momento, en estas circunstancias. No podemos tardarnos.”

En los próximos días y semanas, les pido que se unan en oración para que el Espíritu Santo se derrame en toda nuestra diócesis y que nuestros corazones inquietos ardan en su amor. Oremos para que cada uno de nosotros se vea tan consumido por ese amor que se transforme cada vez más en la imagen del amor mismo, que es Jesucristo. Recemos también para que, como resultado, enardezcamos nuestra diócesis y el mundo con su amor. Estoy seguro de que así es como el Señor nos llama a vivir valientemente el Evangelio en este momento preciso de la historia de nuestra diócesis.

Mientras nos unimos en oración, sepan que rezo por ustedes. Los encomiendo a todos de manera especial a la protección del Inmaculado Corazón de María. Que nuestra Santísima Madre siga guiándonos hacia su Hijo mientras nos sumergimos en esta nueva aventura y emprendemos este viaje. Que las abundantes bendiciones de Dios estén siempre con ustedes y nuestra diócesis.

Sinceramente suyo en Cristo,

Reverendísimo Gregory L. Parkes

Obispo de Saint Petersburg