
5 de septiembre Reflexión del Evangelio
“Todos estaban asombrados y decían: «¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos»”. - Marcos 7, 37
“Todos estaban asombrados y decían: «¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos»”. - Marcos 7, 37
Si me siguen en las redes sociales, probablemente saben que soy un fanático de los deportes, y estoy seguro de que muchos de ustedes también lo son. Aquí en Tampa Bay hemos tenido una buena racha de campeonatos ganados últimamente. Al final de un juego de campeonato, ocasionalmente pueden escuchar a un jugador victorioso decir: "¡Primero quiero dar gloria a Dios por hacer esto posible!" El atleta está tan emocionado que quiere proclamar la bondad de Dios en el momento de la victoria. La mayoría de los espectadores sonríen, aunque algunos no creyentes voltean sus ojos al dudar que Dios haya tenido algo que ver con la victoria.
En el Evangelio de Marcos de este fin de semana vemos cómo Jesús curó al hombre sordo, permitiéndole oír y hablar normalmente. El hombre quedó alborozado, pero Jesús le ordenó al hombre y a los testigos que no contaran a nadie lo sucedido. Pero, así como un atleta victorioso, estaban tan maravillados que no pudieron evitar contar a todos los que quisieran oír que fue Jesús quien realizó el milagro.
La mayoría de nosotros no ganaremos el Super Bowl o el Stanley Cup, ni seremos testigos de una curación milagrosa, pero tenemos victorias que día a día podemos celebrar. A menudo digo que debemos celebrar las pequeñas victorias de la vida. Tal vez ustedes o un ser querido se recuperó de una grave enfermedad o consiguió el trabajo que esperaba. Tal vez han superado un examen del que no se sentían seguros. Es posible que hayan dicho "gracias a Dios" al recibir los resultados. Debemos estar agradecidos con Dios.
Este pasaje nos recuerda que no sólo debemos dar gracias por los grandes acontecimientos de la vida, sino también por las pequeñas bendiciones que recibimos cada día. Debemos comenzar nuestro día dando gracias por el regalo de un nuevo día de vida y terminarlo con una oración de agradecimiento por el día que acabamos de vivir. ¿Por qué no venir a la iglesia este fin de semana para dar gracias por todas las bendiciones - grandes y pequeñas - que hemos recibido en la vida?
Monseñor Gregory Parkes