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 | Bishop Gregory Parkes

29 de agosto Reflexión del Evangelio

“Los fariseos y los escribas le preguntaron: «¿Por qué tus discípulos comen con manos impuras y no siguen la tradición de nuestros mayores?»”  - Marcos 7, 5

Recuerdo haber asistido a un taller para párrocos y obispos sobre liderazgo. Una de las principales ideas que me llevé de la conferencia fue que había que esforzarse por sorprender a las personas haciendo algo bien. Como obispo, te puedes imaginar que recibo muchas cartas y correos electrónicos sobre nuestras parroquias, sacerdotes y diáconos. Algunas personas expresan preocupaciones o malas experiencias que han tenido. Otras personas quieren hacerme saber cuánto ha crecido su fe gracias a su participación en su parroquia. ¿Te imaginas si sólo llamara o contactara al sacerdote o el párroco cuando recibo quejas, pero nunca cuando escucho algo positivo? He adoptado la costumbre de hacer ambas cosas: llamar cuando algo debe ser atendido y dar las gracias cuando el elogio es merecido. ¿Haces tú lo mismo o siempre buscas sorprender a alguien haciendo algo mal?

El Evangelio de san Marcos de este fin de semana trata sobre los fariseos que juzgan a los seguidores de Jesús porque no practican los rituales tradicionales de los mayores con respecto a la purificación y la limpieza. Los fariseos se preocupan más por lo externo, pero con el tiempo, el ritual perdió su significado y a pesar de estar limpios por fuera, no estaban igual de limpios sus corazones. Jesús observa que por un lado hacen una cosa que es justa pero por otro lado hacen otra cosa que es pecaminosa. Tienen la apariencia externa de limpieza y rectitud, pero interiormente, la condición de sus corazones no es pura.   

Esta es una lección para todos nosotros. Muchas personas asisten a la Misa y cumplen con los rituales de las bendiciones, los gestos y las apariencias piadosas. Pero ¿saben siquiera su significado o por qué los realizan? Muchas personas reciben la Sagrada Eucaristía y sin embargo, tienen el corazón impuro porque llevan años sin acudir al sacramento de la Reconciliación. Somos llamados a acercarnos al altar y a Jesús en la Eucaristía, con reverencia y admiración y no en estado de pecado o por obligación. No basta con que nuestra apariencia externa muestre respeto al acercarnos a la mesa del Señor; es más importante que nuestro corazón y alma estén limpios y sean humildes.

Monseñor Gregory Parkes